La lengua y la cultura están estrechamente relacionadas. Hay muchas definiciones sobre la cultura, pero éstas son mis favoritas:
«La cultura es la forma en que la gente resuelve sus problemas», dice el experto en gestión intercultural Fons Trompenaars, y explica además que la cultura es como la gravedad: no la experimentas hasta que saltas dos metros en el aire.
Otro estudioso del tema, Geert Hofstede, define la cultura como «la programación colectiva de la mente que distingue a los miembros de un grupo de otro». La cultura se transmite de generación en generación y, como tal, cambia constantemente porque cada generación añade algo propio antes de transmitirla.
En lo que todo el mundo está de acuerdo es en que es habitual que la cultura propia se dé por sentada y se asuma como correcta porque es la única, o al menos la primera que se aprende, y que la cultura afecta a todo lo que la gente hace en su sociedad: sus ideas, valores, actitudes y patrones de comportamiento esperados. La cultura no se hereda genéticamente y no puede existir por sí sola, sino que siempre es compartida por los miembros de una sociedad.
Algunas de las principales diferencias culturales entre las sociedades tienen que ver con el concepto de tiempo, con la forma de gestionar las relaciones humanas, con la jerarquía, el estatus, los logros y con la manera en que se relacionan con la naturaleza y en qué medida pueden o no controlarla.
Un buen ejemplo para ilustrar el concepto de tiempo es el siguiente: cuando tiene una cita para las 7 y llega a las 7:05, pide disculpas por llegar tarde. Cuando alguien de América Latina ha sido invitado a las 7 y llega a las 7:05 (¡sí, eso puede ocurrir!), pide disculpas por llegar tan temprano.
Otro ejemplo típico es que los europeos del norte suelen sorprenderse de los latinoamericanos nunca digan «no». Esto se debe a que su «tal vez» a menudo significa «no» y el «sí» a veces significa «tal vez». Decir «no» se considera de mala educación en muchas culturas, en las que la gente tiene miedo de ser demasiado brusca o quedar mal. Pero las etiquetas no siempre encajan, y es totalmente erróneo asociar a todos los latinoamericanos con una cultura del «mañana, mañana», así que cuidado con los estereotipos porque pueden terminar en errores garrafales.
Cuando se trata con personas de otras nacionalidades o que hablan otros idiomas, es fundamental ser consciente de las diferencias culturales. Como resultado de la globalización, los expertos incluso sostienen hoy en día que la inteligencia cultural (CQ) podría ser incluso más importante que la inteligencia lingüística. La sensibilidad cultural tiene que ver con ser consciente de otras culturas, estilos de comunicación, orígenes y comportamientos. Precisamente por eso, estos conceptos nunca funcionan de forma aislada.